Ven, siéntate aquí a mi lado; deja que tus pies jueguen en el vacío y
piensa.
No ves tú horizonte pero está ahí, justo ahí donde tu mirada
no llega nunca. Porque tienes una venda que tu sola te pusiste y no te deja ver
más que pequeños destellos de luz.
Tu mirada lánguida no ve el horizonte. Tu mirada azul con maneras de Princesa no lo vé. Eres libre y te
sientes presa. Deseas correr, volar, navegar….. Perderte en el infinito y dejar
que florezca tu desierto interior.
Mira tus manos. Están vacías mientras tu pecho explota de
deseo. Sin sentir el calor de esa piel que anhelas tocar y recorrer con tus
dedos abriéndote a las sensaciones.
Ahora ponte de pié en el vacío. Deja que tus pisadas marquen
las nubes como si fuese nieve. Empieza a dar los primeros pasos sin titubear.
No corras pero no te detengas. Es un ejercicio de fe y no es sencillo.
Deja que tus poros se llenen de un aire fresco que limpie
todos los rincones de tu ser, abre los brazos para sostenerte en el viento,
aprendiendo a volar sin miedo contra los peores elementos…. Pero sin miedo.
Nunca mas volverás a tener miedo ni a sentirte sola. Nunca más
tus pasos irán hacia ninguna parte, nunca mas darás vueltas y más vueltas sin
saber tu destino. Porque tienes todas las respuestas y todos los mapas que te
llevarán a él.
Y ahora siente en tu piel la caricia de otra piel
inesperada. De tacto rudo y sensaciones cálidas. Piel áspera que produce calor
con un leve roce. Que produce un incendio cuando no respeta nada, que te quema
por dentro pero te da la vida.
Que te deja el alma sensible, el corazón ardiendo y gritando
en silencio que quieres sentir y ser feliz.