viernes, 7 de enero de 2011

Un Cuento de Invierno.

Aquel hombre maduro, curtido en mil batallas, hacia ese paseo casi todos los días.Un paseo largo por una larga avenida sin nombre de una ciudad sin nombre.

Era una tarde gris de otoño y la acera estaba barrida por las hojas que arrastraba una ligera brisa fría.

El hombre maduro se subió un poco el cuello del abrigo negro y metió de nuevo las manos en los bolsillos. Aquellos bolsillos que ahora estaban vacios y de los que nada podía perder.

Con su andar pausado, sus cabellos blancos y aquel abrigo negro, inspiraba un cierto aire de paz no exento de severidad. Una mirada fría, apenas sin atisbo de emociones, contemplaba a la escasa gente con la que se cruzaba sin prestarles realmente mucha atención.

De pronto una joven se detuvo delante del hombre maduro impidiéndole el paso. La joven, visiblemente alterada y en cierto modo confusa articulo unas palabras:

- Hola….es usted…..usted… es…

El hombre maduro con una mirada interrogante espetó: Dígame, joven.

De nuevo, la joven musitó otra corta frase: Llevo años buscándole!!!

El hombre maduro, sin la más mínima señal de sorpresa ni emoción respondió calmadamente, como siempre: “bien, si, ya me ha encontrado, yo soy yo”

Unos segundos de silencio e intercambios de miradas frente a frente que se interrumpieron de pronto por una ráfaga de frio viento que levantó las hojas del suelo haciendo que los dos personajes miraran alrededor como buscando refugio.

- Bien, señorita, dígame. No nos vamos a quedar aquí parados eternamente con este frío.

-Me recuerda?

-Si, te recuerdo perfectamente. Sales de mi pasado, respondió el hombre maduro asintiendo y relajando el rostro.

-Le he buscado durante mucho tiempo

-Siempre supiste donde encontrarme.

-No me he atrevido a buscarle, usted sabe bien la razón.

-No. No sé qué razones pudiste haber tenido para tu desaparición ni para no buscarme después.

-Podemos hablar unos minutos? Prometo no robarle mucho tiempo. Allí hay un café, podemos sentarnos y tomar algo mientras charlamos. Le parece bien?


El hombre maduro asintió de manera resignada y tomando a la joven del brazo y sin decir palabra, echo a andar en dirección a aquel café que dejaba ver una luz amarillenta y cálida a través de sus ventanales.

Una vez dentro del café, aquella joven se despojó de su abrigo mostrando sus formas encantadoras y con una sonrisa miró al hombre maduro que había tomado asiento también después de quitarse el abrigo. Unos segundos de silencio siguieron a la marcha del camarero que les atendió y entonces ella rompió a hablar de forma nerviosa.

-Le he buscado desde hace tiempo. Nunca deje de pensar en usted y siempre he deseado llamarle y pedirle que nos viésemos, que teníamos que hablar. Me he sentido perdida sin usted, como una obra inacabada, pero al mismo tiempo tenía el temor de su negativa por mi forma de huir, de salir corriendo escondiendo mis miedos.

-Bien, aquí estamos entonces por que la casualidad nos ha reunido. Ahora habla.

-Usted sabe que le he necesitado siempre a mi lado, que es la única persona que me ha hecho sentir paz y sosiego, que me ha conducido siempre y me ha enseñado, me ha hecho crecer, me ha dado aplomo y firmeza para enfrentarme con mis fantasmas……

-Y de que sirvió todo aquello? Desapareciste, huiste, te escondiste….no sé cuál es la forma más adecuada de definirlo. Te perdiste en el pasado y jamás quise buscarte para no despertar de nuevo esos fantasmas que te habían hecho huir.

-Pero siempre estuve ahí, esperando su llamada y con miedo a dar yo el paso por no encontrarme su rechazo.

-Eso lo sabías tú, yo me limite a respetar tu silencio, tu desaparición...en definitiva, tu elección….


Se hizo un espeso silencio mientras se acercaba el camarero y depositó en la mesa dos tazas de café humeante, muy reconfortantes tal como estaba la fría tarde.

A continuación la joven reanudó un largo monólogo atropellado mientras el hombre maduro se abstraía del contenido de aquel discurso saboreando despacio el café. Miraba a la joven y recordaba el pasado. Reflexionaba acerca de aquellos días donde todo parecía perfecto…..

Pausadamente el hombre maduro se puso en pié, metió la mano en el bolsillo y sacó un billete murmurando “será suficiente” mientras se ponía el abrigo.

Mirando a la joven a los ojos, paso la mano por su rostro y le dijo pausadamente

-Me marcho, se hace tarde. Medita antes de nada, reflexiona y mírate por dentro. Yo siempre soy fácil de encontrar cuando se me busca pero no me llames si no tienes nada que decir y sobre todo, la clara disposición de venir humillada a dar en vez de tanto pedir. La generosidad se muestra así. Sabes que tu entrega no será a cambio de nada, pero demuestra antes. Cuando tu alma está vacía, cuando sientes la soledad a pesar de estar rodeada de gente, cuando huyes y te escondes, cuando recuerdas y te duele.... Ya sabes las preguntas y conoces las respuestas. Ahora solo tienes que asumirlo, ser sincera contigo misma para empezar y tener el valor de saltar. Y no lo olvides, pase lo que pase, sé siempre muy feliz. Haz todo lo posible para ello.

El hombre maduro salió pausadamente del Café sin mirar hacia atrás. En la puerta se subió de nuevo el cuello del abrigo. Si, hacía mucho frio ya.

Continuo andando pausadamente mientras buscaba algo en sus bolsillos pero no había nada. Apretando con las manos notaba ese vacío. No había nada.

Su pensamiento se centro en algunas de sus frases preferidas mientras se le venía al rostro una sonrisa cínica….. "Quien no quiere tu mano, no merece tu tiempo…".

Quizá la mejor de todas, de cosecha propia, es la que mejor se adaptaba siempre a este tipo de situaciones “No se puede llorar la pérdida de lo que nunca se ha tenido”…..